Criarse en una familia de médicos y viticultores no es lo más común, pero para Estela Perinetti fue parte de su día a día. Su infancia transcurrió entre Mendoza y Tupungato, en el Valle de Uco, donde los fines de semana y vacaciones se llenaban de conversaciones sobre varietales, cortes, cosechas y grados alcohólicos, etc. En su hogar, el vino no era solo una bebida, sino un tema central en la mesa familiar.
A pesar de haber crecido rodeada de viñas, Estela no tenía en mente dedicarse al vino. Su amor por la ciencia y la tecnología la llevó a estudiar agronomía con la idea de explorar otros cultivos. Sin embargo, el destino tenía otros planes. Al recibirse, decidió viajar para profundizar su formación y conocer otras realidades del sector. Fue en Italia, España y California donde descubrió un universo del vino distinto al que conocía. Al regresar a Mendoza, encontró un mundo en plena transformación y decidió sumarse con una idea clara: hacer grandes vinos.

Desde entonces, su trayectoria ha sido excepcional. Se unió a la familia Catena, participando en proyectos de renombre como Escorihuela Gascón, Caro y Luca, entre otros. Pero su camino no se detuvo ahí. La necesidad de volver a sus raíces la llevó a crear Las Estelas, un proyecto que representa su esencia y su historia.

El sello distintivo de Las Estelas es la búsqueda de vinos elegantes, con una identidad marcada por cada region vitivinicola, siempre con un trabajo minucioso y un cuidado extremo en cada detalle. Como enóloga e ingeniera agrónoma, Estela Perinetti ha construido un camino sólido, su trabajo no solo enriquece la cultura del vino, sino también los paladares de quienes disfrutan de su creaciones.


“Lo que me inspiró a dedicarme a la enología fue recorrer mi historia a través de mi familia. Mis tatarabuelos, viticultores provenientes de Italia, cultivaban viñedos allí y luego en Argentina, donde convirtieron esta profesión en parte de su cultura.

Convertirme en ingeniera agrónoma y enóloga fue mi manera de darle una nueva impronta a ese legado, llevando su trabajo a un nivel superior. Mi objetivo ha sido demostrar que aquellos terruños, que eligieron casi por casualidad pero con un gran potencial, podían expresarse en una botella y competir con los mejores vinos del mundo.”

Estela Perinetti

La historia de Susana Balbo es la de una mujer que desafió los límites y dejó una huella imborrable en la industria vitivinícola. Nacida en Mendoza, Argentina, se convirtió en la primera mujer enóloga del país en 1981, un logro que marcó el inicio de una trayectoria excepcional en un sector dominado por hombres.
Desde el comienzo, su talento y visión fueron evidentes. Innovando y experiementando con la uva Torrontés logro alcanzar  niveles de calidad nunca antes visto para esta uva, ganándose el reconocimiento como la “Reina del Torrontés”.

A lo largo de su carrera, trabajó con importantes bodegas dentro y fuera del país, hasta que en 1999 fundó Susana Balbo Wines, su propia bodega en Luján de Cuyo, Mendoza. Allí pudo plasmar su filosofía de elaboración, apostando por la calidad, la elegancia en todos sus vinos. De esta manera logro conquistar  un lugar en la industria del vino que no le  fue fácil: enfrentando muchos desafíos y estafas, rompiendo barreras demostro que la pasión y la perseverancia pueden transformar cualquier obstáculo en una oportunidad.

Más allá de su éxito como enóloga, también se destacó en el ámbito institucional. Fue presidenta de Wines of Argentina en tres ocasiones, promoviendo el vino argentino en el mundo y consolidando su prestigio en mercados internacionales. Además, incursionó en la política y la gestión pública, buscando generar impacto en la industria y en la economía del país.

Hoy, Susana Balbo es reconocida como una de las figuras más influyentes del mundo del vino. Su legado no solo se mide en premios y reconocimientos, sino también en el camino que abrió para nuevas generaciones de mujeres enólogas y en la forma en que transformó la viticultura argentina para siempre.

"Lo que a mí me terminó inspirando para ser enóloga y finalizar la carrera, a pesar de que en un principio la había tomado como un puente hacia una carrera relacionada con la física nuclear, fue la biología y la química orgánica. Me fascinó. Es un camino de ida: conocer cómo funciona la naturaleza, una fermentación, entender que somos energía y procesos biológicos sucediendo a cada instante, al igual que los vinos.”

Susana Balbo

Nacida en Mendoza, Laura Principiano creció con el vino como parte de su vida. Su familia, dedicada a la agricultura, tenía una fuerte conexión con la tierra. Su abuelo, inmigrante italiano, plantó viñedos y frutales, una tradición que continuó su padre y que, sin duda, marcó su camino.

A pesar de esa influencia, Laura eligió estudiar ingeniería agronómica con la idea de enfocarse en los frutales. Sin embargo, en la mitad de la carrera, una materia de enología despertó en ella una nueva pasión: el vino. Desde ese momento, supo que su destino estaba en la vitivinicultura y comenzó a trabajar en distintas bodegas para ganar experiencia.

Su gran oportunidad llegó cuando un profesor, a quien ella recuerda con mucho cariño, acercó su currículum a Sebastián Zuccardi, quien en ese entonces buscaba a alguien para desarrollar el área de Investigación y Desarrollo de la bodega. Luego de varias entrevistas, en 2009 se sumó al equipo justo para la cosecha, iniciando un camino que marcaría un antes y un después en la evolución de bodega Zuccardi.

Desde su llegada, trabajó junto a Sebastián rompiendo paradigmas en la elaboración del vino, profundizando en el estudio de suelos, regiones y microvinificaciones y transformandose en la mano derecha de Sebastian Zuccardi. Su trabajo ha sido clave en la transformación y el crecimiento de la bodega, que en ese momento contaba con solo unas pocas líneas de vinos, entre ellas Serie A, Zuccardi Q, Z y Aluvional. Hoy, la bodega ha más que duplicado su portfolio, consolidándose como una de las más innovadoras y prestigiosas de Argentina.

La historia de Laura en Zuccardi es la de una mujer que, con pasión y dedicación, ha sido fundamental en la evolución de la bodega, contribuyendo a que hoy sea un referente del vino argentino a nivel mundial.


“Empecé a estudiar agronomía porque mi papá tiene fincas de frutales y me quería dedicar a la fruticultura. El vino no estaba muy metido en mi historia.
Crecí en medios de ciruelas y duraznos. Pero cuando cursé las materias de Enología, me apasionó y me encantó descubrir un mundo que realmente no conocía.
Además, tuve la suerte de cursar con el profesor Jorge Nazrala, quien hizo que me enamorara de la carrera.
Después de esas materias, comprendí que quería hacer vino”    

Laura Principiano

                                                                                                                                 

María Vargas es una de las enólogas más influyentes de España y una pieza clave en la evolución de Marqués de Murrieta, una de las bodegas más emblemáticas de Rioja. Su trayectoria es un ejemplo de dedicación, pasión y visión a largo plazo.

Aunque en su juventud soñaba con la veterinaria, terminó descubriendo su vocación en la enología, una decisión que marcaría su vida. Con tan solo 23 años, ingresó en Marqués de Murrieta como pasante, sin imaginar que años después sería la Directora Técnica de la bodega. Desde el año 2000, ha liderado la búsqueda de la excelencia, respetando la tradición pero sin miedo a la evolución.

Bajo su dirección, los vinos de Marqués de Murrieta han alcanzado reconocimiento mundial, con distinciones como los 100 puntos Parker para Castillo Ygay Blanco 1986 y el título de Mejor Vino del Mundo para Castillo Ygay Tinto 2010 por Wine Spectator. Castillo Ygay es considerado uno de los vinos más aplaudidos del mundo, ha recibido en 15 ocasiones los deseados 100 puntos de los críticos más destacados del sector.  Además, ha sido galardonada como Mejor Enóloga del Mundo por los Women’s Wine & Spirits Awards.

Maria Vargas es la esencia de la enólogia moderna: una visionaria que horna la tradición, impulsa la innovación y eleva el vino de Rioja a la excelencia mundial.

"Nacer en La Rioja, una región española “bendecida” para la elaboración de vinos, fue determinante para mi futuro profesional.
Tenemos una combinación perfecta de clima y suelo unido a un patrimonio vitivinícola, cultural e histórico, que nos convierte en un hábitat perfecto en el mundo para la vid.
Poder formar parte de él y en una bodega histórica como Marqués de Murrieta es un verdadero privilegio.”

María Vargas

La historia de Bodega Falcone es la de una tradición vitivinícola que ha pasado de generación en generación en el departamento de Paysandú, siempre con una fuerte conexión entre la familia y la tierra. En este legado, Carolina Falcone ha jugado un papel fundamental, combinando el conocimiento heredado con la innovación enológica.

Como parte de la tercera generación de la familia ha sabido mantener viva la esencia artesanal de la bodega mientras incorpora nuevas técnicas y enfoques para elevar la calidad de sus vinos. Su formación y pasión por la enología han sido clave en la modernización del viñedo y la bodega, logrando un equilibrio perfecto entre tradición y tecnología.

Gracias a su trabajo, los vinos de Bodega Falcone han alcanzado reconocimiento internacional, destacándose en concursos exigentes alrededor del mundo. Su compromiso con la excelencia, el respeto por el terroir y la búsqueda constante de calidad han consolidado su rol como uno de los pilares fundamentales en la evolución y el éxito de la bodega.

"La pasión por la enología nació en mí porque vengo de una familia de bodegueros y viticultores. Desde chica recorría los viñedos con mi papá, sabía los nombres de las plantas y las variedades, y ahí descubrí que quería dedicarme a esto, que realmente es una pasión. Los frutos que me ha dado han sido innumerables. Estamos en época de vendimia y recuerdo cada una de las zafras; esto se vive intensamente y se adquiere mucha experiencia. Es un trabajo de todo el año que se hace con dedicación y pasión, dejando en alto mi terruño, que es Paysandú. Como madre, esposa y enóloga, me he podido realizar. Los frutos han sido verdaderamente importantes, y considero que la enología es una forma de expresión. Cada vez me enamoro más del Tannat.”

 

Carolina Falcone